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El proyecto de la escuela de música de Valldoreix tiene que solucionar las diferentes exigencias del entorno con una apuesta volumétrica sencilla. Para ello, se crean unos pabellones de estructura ligera que albergarán los diferentes usos de la escuela y la conexión entre estos se hará bajo una gran losa.



La geometría de estos pabellones, ayuda por un lado a adaptarse al terreno y a salvar las diferencias de cota tan fuertes en el emplazamiento, a permitir una entrada a cota de la rambla y a poder controlar la luz que incide en los edificios colindantes, como en la escuela, pero sobre todo, da pie a crear patios con diferentes sensaciones y tamaños, espacios únicos donde los usuarios de la escuela puedan ensayar a la sombra de cualquier árbol mientras los cuidadanos de Valldoreix les escuchan mientras caminan hacia sus casas después de una larga jornada laboral o mientras están leyendo en los jardines de la escuela. Podríamos decir que este proyecto está destinado a ser escuela de música y parque musical a la vez, ya que la diferencia está en si eres usuario de la escuela o un paseante, porque el proyecto pretende estar prácticamente igual de abierto a los dos.

Además de esos espacios intersticiales entre pabellones, existen otros lugares de ensayo. Las aulas, construídas para que acústicamente funcionen a la perfección dan cabida a la exigencia estricta del programa. ¿Pero, tan necesario es un lugar tan aséptico para ensayar? Puede que sí, aunque a la hora de proyectar se haya preferido pensar que los espacios entre pabellón y aulas será un lugar de más éxito. Se da lugar a muchos más acontecimientos ahí arriba, en el ático, desde donde se empapa la escuela de música, con sus errores y repeticiones.

En definitiva, la nueva escuela de Valldoreix sera un lugar de encuentro donde los ciudadanos puedan relajarse, pasear,  leer, practicar, pero sobre todo, donde puedan escuchar. 

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